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Clemente: una combinación de pelotero-hombre

"Su amor por los niños y la juventud fue otro de los atributos que lo acompañaron siempre." (Foto: PBS)

Ensayo especial del historiador de la LBPRC, Jorge Colón Delgado, con motivo de la celebración del Día de Roberto Clemente.

San Juan, Puerto Rico (lunes, 12 de septiembre de 2022) – Este año de 2022 se cumple medio siglo de su hit 3,000 y de su trágica muerte.  Aún cuando ha transcurrido tanto tiempo, la admiración por este hombre de bien, sigue creciendo tanto por las generaciones que lo vieron jugar, así como,  las nuevas generaciones que quieren conocer su historia y emularlo. Me refiero a Roberto Clemente.

Como pelotero, fue excepcional.  Ganador de cuatro títulos de bateo, doce guantes de oro, quince juegos de estrellas, un premio Jugador Más Valioso y dos veces triunfó en la Serie Mundial con el único equipo que jugó toda su ilustre carrera, los Piratas de Pittsburgh.

Tenía un estilo único. La forma en que se paraba a batear, como corría las bases, moviendo sus brazos como aspas de molino, su fildeo elegante y confiable, que lo ayudaba a custodiar el jardín derecho como un halcón, su brazo potente y certero que hacía que la bola cortara el aire llegando a su destino de forma perfecta, su intensidad y entrega. Eran muchos los atributos de Roberto.

Si interesante fue su carrera como pelotero, más fue su comportamiento fuera del terreno. Desde que llegó a las Grandes Ligas en 1955, protestó y luchó con todas sus fuerzas para que trataran a los peloteros negros, latinos y americanos con igualdad; que pudieran hospedarse en el mismo hotel y comer en los mismos restaurantes.  Su comportamiento era inusual para prensa americana. Ver a “un negro” que no tuviese miedo para expresarse. Eso le trajo muchos problemas, pero los enfrentó y derrotó con gallardía.  Así fue hasta el final de sus días.

Su amor por los niños y la juventud fue otro de los atributos que lo acompañaron siempre. Fue el primer pelotero puertorriqueño de Grandes Ligas en ofrecer clínicas.  Ahí, además de impartir sus conocimientos del beisbol, aprovechaba y les daba consejos.  Era común escucharlo decir que siempre respetaran a sus padres y que si tenían problemas, acudieran a ellos pues eran sus mejores consejeros. Igualmente decía que debíamos unirnos para tener un país mejor y que todos éramos hermanos.

Sobre esto recuerdo haber leído un pensamiento del recordado comentarista Ramiro Martínez: “Roberto era un gigante de la sensibilidad en un mundo donde la sensibilidad se embota. El mundo de Roberto era muy grande: era el de la fe, el de la comprensión, el de la belleza espiritual”.

Roberto tenía tanta sensibilidad y tanto humanismo que decidió dejar su familia en la despedida de año de 1972 para llevar ayuda a los damnificados del terremoto en Managua en Nicaragua.  Muchos no entienden esta decisión de Roberto, pero para el humanitario, no hay hora ni fecha cuando se requiera ayudar al prójimo. Precisamente esa es la definición de humanitario: siente afecto, compromiso o solidaridad hacia la gente, en especial con los más débiles o necesitados. Y le aplica a Roberto en todo el sentido de la palabra.

Han pasado cincuenta años y hemos abrazado la figura de Roberto Clemente como ninguna otra.  Se han escrito más de 75 libros sobre su vida. Sobrepasan las 125 edificaciones que llevan su nombre. Han hecho más de 20 estatuas y pertenece a 24 salones de la fama. Su vida es tan interesante que podríamos hablar de él por horas sin mencionar una sola estadística.

Todo lo anterior lo ubica definitivamente en la cúspide de los atletas más queridos y admirados en el mundo entero.

Hay personas que le toma muchos años construir su legado, pero Roberto hizo el suyo en solo 20 años, desde que debutó con los Cangrejeros de Santurce en 1952 hasta su desaparición física en 1972, digo física, porque es evidente que Roberto vive en nuestra memoria colectiva.

Jamás volveremos a ver una combinación de pelotero-hombre como Roberto Clemente.  ¡Es y será único en su clase!

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